Luz en mi Camino

CURSO BÍBLICO

Es una introducción a la historia de la salvación. No se trata de un estudio intelectual de la Biblia, pero si ofrece unos conocimientos bíblicos fundamentales motivando a un mejor compromiso por parte del cristiano.
Deseamos que este aporte a la formación de nuestra comunidad cristiana católica, sea bien acogido como un medio para profundizar y vivir verdaderamente la Palabra de Dios.
Ofrecemos estos textos con la confianza de que todas las comunidades cristianas tengan el gozo de descubrir un poco más con qué amor Jesús envuelve al mundo y a qué compromiso y testimonio nos llama continuamente.
Conociendo las Sagradas Escrituras, defiendes tu fe y pueden contar con las herramientas para invitar a tantos hermanos que aun no conocen a Nuestro Señor Jesucristo.

OBJETIVO

  1. Aportar a la comunidad cristiana un conocimiento sencillo, práctico y fundamental sobre la  Biblia.
  2. Descubrir que la Palabra de Dios, es un mensaje de amor para todos nosotros y camino de salvación.
  3. Motivar a muchas personas a que conozcan a Cristo Jesús, lo comprendan y lo amen.

METODOLOGÍA

El curso consta de siete unidades: 

  • Antiguo Testamento  (Unidades 1 a 4)
  • Nuevo Testamento     (Unidades 5 a 7)

 
Cada Unidad contiene varios capítulos y cada capítulo contiene cuatro  secciones (A, B, C y D):
A: Exposición del tema específico que forman la base del  estudio.
B: Lectura complemento de información.
C: Textos Bíblicos directa o indirectamente relacionados con el tema de A. Son de suma  importancia, ya que su meditación nos puede llevar al diálogo con Dios.
D: Cuestionario.

Nota: 
Debes trabajar con la Biblia en la mano, en una edición que contenga  notas y preferiblemente comentarios al pie de las páginas. 
Recomendamos La Biblia de Jerusalén.
Asegúrate de tener una Biblia Cristiana Católica.
 Gentileza:  WWW.TUFECATOLICA.COM

Todas las consultas y ayuda  que necesites las puedes realizar al siguiente correo formacion.pjm@gmail.com

Antiguo Testamento

Nuevo Testamento

El Test

El Test de los tres matices

Un día vino alguien a hablar con el gran filósofo Sócrates y le dijo:

– ¿Sabes lo que acabo de oír sobre tu amigo?

– Un momento -respondió Sócrates- antes que me lo cuentes, me gustaría hacerte una prueba de tres preguntas.

– Una prueba??? -exclamó sorprendida la persona

– En efecto -continuó Sócrates- antes de contar cualquier cosa sobre otros, es bueno tomarse el tiempo de filtrar lo que se quiere decir. Yo lo llamo el test de los tres matices. 

El primer matiz es el de la verdad. 

¿Has comprobado si lo que me vas a decir es verdad?

– No… Sólo sé que me lo contaron…

– Muy bien. Así que no sabes si es la verdad. 

Continuemos con el segundo matiz, el de la bondad. 

Lo que quieres decirme sobre mi amigo, ¿es algo bueno?

– Ah no! Muy por el contrario!

– Entonces  -continuó Sócrates-  quieres contarme cosas malas acerca de mi amigo y ni siquiera estás seguro de que sea verdad. 

Tal vez aún puedes pasar la prueba con el tercer matiz, el de la utilidad. 

¿Es útil que yo sepa lo que habría hecho este amigo?

– Pues en realidad útil no es…

– Entonces -concluyó Sócrates-   lo que querías contarme no es ni cierto, ni bueno, ni útil… 

¿Por qué quieres decírmelo? y ¿por qué querría yo saberlo?

La Ternura

¿Recuerdas esos momentos dulces en brazos de tu madre cuando te sentías reconfortado, cuando sus manos acariciaban tu pelo y lentamente te llenaba la cara de besos?  ¿Recuerdas qué seguro te sentías?

Allí no había fuerza que pudiera amenazarte, estabas acogido y protegido por la Tierra misma, su calor, su textura, sus susurros eran invocaciones inexplicables, misteriosas y profundamente bellas.

Fue allí donde la ternura realizó su tarea, su inconmensurable tarea de hacer que cada célula, que cada rincón de tu cuerpo, aprendiese a sentirse seguro, a sentir que este mundo es tu hogar.  Fue allí donde le enseñó a tu piel a descubrir los placeres del viento, los besos de la lluvia y el embrujo de las distintas caras del sol.

La Ternura nos predispone a las caricias, a la expresión de nuestro amor y también a proteger dulcemente lo que amamos.  Cuando danzamos con ella, canalizamos poderes primordiales que nos enseñan a ser parte de un todo misterioso.   Ella nos permite experimentar la fuerza vital de nuestra pertenencia a la vida, y la bullente energía de ser amados, de ser simplemente parte de algo mayor y de estar constituidos por ello.

Un niño privado de ternura es un niño privado del hogar universal, privado de la seguridad vital.  Ese niño, si no la aprende más tarde en la vida, corre el riesgo de vivir en el desapego y en la ausencia de un lugar compartido.   Sin conocerla, su cuerpo no reconocerá el abrazo que funde, su piel no identificará el calor de la acogida y sus besos naufragaran en aguas ceremoniales. La soledad lo rondará incluso en presencia de otros y le dirá que no merece ser amado.

La ternura no está limitada a nuestras relaciones con otros humanos. Ella se alimenta en nuestras relaciones con lo no-humano también.  Es más, allí se agranda, allí descubrimos lo que nos importa y en su embrujo sentimos el asomo de nuestro don.

¿O no has sentido la ternura de la brisa?, ¿O la ternura de la arena en tus pies o la luz de la luna jugando en el pelo de tus hijos?

La ternura es también impulso prodigioso que nos posibilita ciertas conversaciones de gran importancia.  Es precisamente en el espacio de seguridad que ella crea donde podemos tener las conversaciones más íntimas, más trascendentes, más sanadoras.

Cuando recibimos ternura sabemos que somos amados, cuando la entregamos sabemos que podemos amar.   Allí podemos mencionar lo que de otro modo sería innombrable, pedir la ayuda que necesitamos desesperadamente, abrir el alma al amigo, escucharlo en paz.

La ternura es un regalo que nos ha hecho Dios.  Es un soplo vital, una manifestación de nuestra mutua permanencia.  Es una ofrenda, una luz maravillosa en medio del misterio de la vida.  Es una fuerza central, una manifestación universal, un mensaje eterno.

Mira a tu alrededor, re-descubre la dulzura de la piel de las manos de tu hijo, la magia de los árboles, del mar, de la montaña y déjalos que te acaricien; recuerda que esa ternura viene de más allá de todos los tiempos.

(Adaptación)

El farol rojo

La envidia y la avaricia llevan a seguir el camino equivocado

En la bella ciudad de Marraquech vivía un pobre pastelero que, ante la mala fortuna en su negocio, decidió partir hacia otras tierras, con la esperanza de encontrar una vida mejor. Ahmed recogió lo único que tenía, un farolillo de hojalata con cristales rojos, y emprendió su viaje.

Al cabo de varios días, llegó a un próspero valle, donde fue recibido por el jeque de aquel lugar, un hombre generoso y hospitalario. En pago por su hospitalidad, Ahmed le regaló lo único que tenía: su farolillo rojo. El jeque examinó el farol con asombro, porque en aquella ciudad no conocían el cristal, y aquello de ver la luz de una vela brillando a través de un cristal rojo le parecía un espectáculo maravilloso. ¿Cómo podría corresponder adecuadamente a aquel maravilloso obsequio, si él sólo tenía montones de oro y piedras preciosas?.  Al final, ofreció a Ahmed doce camellos cargados de piedras preciosas, y éste, sorprendido, volvió a Marraquech, donde se construyó un magnífico palacio rodeado de jardines.

Ahmed tenía un hermano llamado Said, que gozaba de cierta riqueza, pero que nunca había ayudado a su hermano cuando éste lo había necesitado.  Said, en envidioso por la suerte de Ahmed, fue a verle, y consiguió enterarse del origen de su sorprendente fortuna. Entonces pensó que si su hermano había conseguido toda esa riqueza a cambio de un simple farol rojo, ¿Qué no le darían a él, a cambio de un regalo realmente valioso?.  Así que vendió todo cuanto tenía, cargó sus pertenencias en unas mulas, y partió, siguiendo el camino que su hermano le había indicado.

Pero durante el viaje fue asaltado por una partida de ladrones, que le robaron todo. Viéndose entonces Said tan pobre como en otro tiempo lo había sido su hermano Ahmed. Con todo, decidió seguir, hasta que un día llegó a su destino.  El jeque lo acogió con hospitalidad.

En el momento de partir, Said le ofreció como regalo lo único que le había quedado, un viejo reloj de latón sin ningún valor. Pero en aquella ciudad tampoco se había oído hablar jamás de relojes, por lo que el jeque valoró aquel regalo mucho más que cualquier otra riqueza. Pensando sobre cómo corresponder a aquel maravilloso presente, y pensando que las joyas no significaban nada, que eran simples bagatelas, llegó a la conclusión de que sólo había en su palacio un tesoro que fuera digno de aquella incomparable máquina de medir el tiempo. Con infinito pesar, el jeque regaló a Said su objeto más preciado: el farol de cristales rojos que siempre llevaba consigo.

Ni que decir, los ladrones no molestaron a Said en su camino de vuelta a Marraquech.

La envidia y la avaricia llevan a seguir el camino equivocado.

Inspiraciones

Animarse.

No te desanimes, no te detengas cuando apenas comienza el ascenso. Si te asaltan las dudas, si la tristeza toca a tu puerta, si la calumnia o palabrerías te hieren; levanta la cabeza con valentía y contempla el cielo luminoso y tranquilo. Aunque lo tapen las nubes, sabes muy bien que pasarán, y el cielo volverá a brillar.

Sigue caminando, porque también las nubes de la vida pasarán, y el sol de la alegría y esperanza brillará de nuevo.

Dar frutos.

No pongas oídos a intrigas y palabras mal habidas, porque sólo tiran piedras al árbol con frutos para que caigan. 

El árbol que no da frutos pasa desapercibido. Con frecuencia, la calumnia es un honor para quien la recibe. No cortes los buenos servicios que prestas, por causa de las calumnias. Si dejas de hacer lo que venías haciendo y cumpliendo, entonces das razón al calumniador. Sigue adelante, que todos acabarán callándose y, al final, te aplaudirán por lo que has hecho.

Pasos para la felicidad

Cuando algo malo te suceda, no digas que fue la “voluntad de Dios”.   Dios sólo quiere nuestro bien y nuestra felicidad, y nos proporciona los caminos de la felicidad.  Los males que nos llegan son el resultado de acciones equivocadas que vivimos, y de falta de experiencias.  Convierte los ambientes en los que vives, en lugares de amor y perdón, parta cosechar mañana, los frutos de la paz y la felicidad.

Generosidad

Cuando ofrezcas una ayuda, hazlo con discreción. “Que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu mano derecha”. Ayuda sin ostentaciones, para no humillar al que recibió la ayuda de tu generosidad.

Levantar al caído

Levanta a todos los caídos que encuentres a tu paso, porque no sabes cuándo tú puedas encontrarte  en las mismas condiciones. Anímate a ayudar a los que caen, tanto física como moralmente.  Nunca juzgues mal al caído.  Ayúdalo a levantarse, así como te gustaría que lo hicieran contigo, si estuvieras en el mismo caso.

Ten valor

Ten valor en todos los momentos de la vida.   Por grandes que parezcan las dificultades, ten la seguridad de que puedes superarlas con la constancia y la energía que vienen de tu interior.  Dios vive en cada uno de nosotros, listo para darnos la energía y vigor, ánimo y estímulo.  Atrévete a confiar en el amor del Padre, que nunca desampara a ninguno de sus hijos.

Vivir el presente

El minuto que vives es el más importante de tu vida, donde quiera que te encuentres.  Pon atención a lo que estás haciendo.  El ayer ya se fue de las manos.  El mañana aún no llega. Vive el momento presente, porque tu futuro depende de él.  Trata de aprovechar al máximo el momento que vives, sacándole toda la santidad que puedas, para tu perfeccionamiento.

Ser tolerante

Recuerda que debemos hacer el mejor esfuerzo de no humillar a los demás. Los errores que hoy cometen los demás, pueden ser nuestras equivocaciones de mañana.  

No te creas perfecto e infalible.  La perfección no pertenece a la tierra Todos nos podemos equivocar.  Sé tolerante con los demás para poder corregirlos cuando se equivoquen.  “No le exijas a los otros lo que tú tampoco puedes  dar”.

Colabora con los demás

El hombre no puede vivir solo. Recuerda que cada compañero de jornada es un amigo que te ayuda y a quien debes ayudar.   Todas las cosas de la creación se colaboran entre sí.  Procura tu también colaborar en todo y con todos, para bien de la sociedad que te recibe con amor y te da la oportunidad de crecer.  Ayuda siempre y jamás te desanimes.

Ser paciente

No cedas a la antipatía y a la impaciencia. No permitas que la envidia, la malicia o el resentimiento tengan espacio en tu mente.  Tales emociones producen desorden en la vida consciente, actuando negativamente en tu cuerpo con perjuicio, incluso, para tu salud. Cultiva la paciencia, la tolerancia, el perdón y el amor, para con todas las criaturas.

El Pan quemado

La comprensión y la tolerancia es la base de cualquier buena relación.

Después de un largo y duro día en el trabajo, mi mamá puso un plato de salchichas y pan tostado muy quemado frente a mi papá.

Recuerdo estar esperando ver si alguien lo notaba.

Sin embargo, aunque mi padre lo notó, alcanzó un pan tostado, sonrió a mi madre y me preguntó cómo me había ido en la escuela.

No recuerdo lo que le contesté, pero sí recuerdo verlo untándole mantequilla y mermelada al pan tostado y comérselo todo.

Cuando me levanté de la mesa esa noche, recuerdo haber oído a mi madre pedir disculpas a mi padre por los panes tostados muy quemados.

Nunca voy a olvidar lo que le dijo: «Cariño no te preocupes, a veces me gustan los panes tostados bien quemados.»

Más tarde esa noche, fui a dar el beso de las buenas noches a mi padre y le pregunté si a él le gustaban los panes tostados bien quemados.

Él me abrazó y me dijo estas reflexiones:»tu mamá tuvo un día muy duro en el trabajo, está muy cansada y además – un pan tostado un poco quemado no le hace daño a nadie».

La vida está llena de cosas imperfectas y gente imperfecta.

Aprender a aceptar los defectos y decidir celebrar cada una de las diferencias de los demás, es una de las cosas más importantes para crear una relación sana y duradera.

Un pan tostado quemado no debe romper un corazón.

La comprensión y la tolerancia es la base de cualquier buena relación.

Sé más amable de lo que tú creas necesario, porque todas las personas, en éste momento, están librando algún tipo de batalla.

Todos tenemos problemas y todos estamos aprendiendo a vivir y lo más probable es que no nos alcance la vida para aprender lo necesario.

El camino a la felicidad no es recto. Existen curvas llamadas EQUIVOCACIONES, existen semáforos llamados AMIGOS, luces de precaución llamadas FAMILIA, y todo se logra si tienes una rueda de repuesto llamada DECISIÓN, un potente motor llamado AMOR, un buen seguro llamado FE, y abundante combustible llamado PACIENCIA.

Plegaria Indígena

No te acerques a mi tumba sollozando.

No estoy allí, no duermo ahí.

Soy como mil vientos soplando.

Soy como un diamante en la nieve, brillando.

Soy la luz del sol sobre el grano dorado.

Soy la lluvia gentil de otoño esperado.

Cuando despiertas en la tranquila mañana.

Soy la bandada de pájaros que trina.

Soy también las estrellas que titilan,

mientras cae la noche en tu ventana.

Por eso, no te acerques a mi tumba sollozando.

La decisión está en tus manos

Todos hemos de esforzarnos para no hacer una lectura de la realidad acomodada a nuestra conveniencia.

Hace casi dos mil años, había en una ciudad dos escuelas de enseñanza, dirigidas por dos sabios de renombre: Hilel y Shamai. Ambas eran exigentes y prestigiosas, y sus alumnos eran considerados por todos como una elite muy distinguida. 

El problema es que había entre ambas escuelas un notable antagonismo, y sus alumnos, a cada oportunidad que se presentaba, hacían todo lo posible por desprestigiar a los otros.

Un día los alumnos de Shamal pensaron en un nuevo modo de desacreditar a los de la otra escuela. El objetivo era humillar al sabio Hilel, e idearon para ello una sencilla estratagema. Pensaron cazar una mariposa y que uno de ellos la llevara viva en la mano a la casa de Hilel, para preguntarle si la mariposa oculta dentro de las manos estaba viva o muerta. Si el sabio respondía que estaba viva, entonces el chico apretaría levemente el puño y demostraría que estaba muerta. Si la respuesta era que la mariposa estaba muerta, abriría las manos y la dejarían volar, demostrando así que estaba viva. 

El plan parecía perfecto, así que se decidieron a llevarlo a cabo. Cazaron la mariposa y uno de los alumnos de Shamal la tomó en sus manos, se acercaron a la casa de Hilel, golpearon a su puerta y el sabio les preguntó: «¿Que os trae por aquí?». Los alumnos respondieron: «Queremos saber cuán sabio es usted». Hilel les dijo: «¿Y cómo lo comprobaréis?». «Le haremos una pregunta». «Adelante», contestó el sabio. «Esta mariposa que tengo en mis manos, ¿está viva o muerta?». Hilel les miró despacio, adivinó el truco, y respondió: «La decisión está en tus manos».

Esta pequeña anécdota puede servirnos para reflexionar sobre el riesgo que todos tenemos de querer transformar la realidad según el propio interés de cada momento. Porque, si somos sinceros, debemos reconocer que, de una manera o de otra, nos pasa un poco a todos. 

Por ejemplo, cuando alguien nos cae mal, parece que estamos esperando a que diga o haga cualquier cosa para apresurarnos a señalar que eso es un completo error. Cuando nos predisponemos contra alguien, parece que estamos esperando a conocer sus deseos para oponernos a ellos, o a escuchar sus ideas sólo para criticarlas, o tener noticia de sus actuaciones para rasgarnos las vestiduras y decir lo mal que nos parece. Quizá para otras cosas somos más concienzudos, pero en esto somos más impetuosos y no solemos necesitar muchas averiguaciones para interpretar enseguida cualquiera de sus pasos como parte de una estrategia absurda o malintencionada.

El problema no está tanto en el propio defecto, sino sobre todo en la dificultad que solemos tener para advertirlo y reconocerlo. Si somos honrados, tenemos que admitir que con frecuencia la evidencia posterior desmiente nuestras antiguas suposiciones, y se demuestra una vez y otra que la mala intención estaba sobre todo en nuestras equivocadas intuiciones, que han resultado de nuevo ser juicios temerarios infundados. Si esto nos sucede con demasiada frecuencia, tendríamos que recordar, como hizo el sabio Hilel, que la decisión de superarlo es nuestra y que no podemos seguir manipulando nuestro entorno al servicio de nuestros prejuicios.  Todos hemos de esforzarnos para no hacer una lectura de la realidad acomodada a nuestra conveniencia o a nuestras terquedades. No debemos dejarnos llevar por la suficiencia de considerarnos jueces clarividentes e inapelables de todo, sino humildes buscadores de la verdad, tanto cuando nos conviene o nos gusta, como cuando sucede lo contrario.